En Ella lee Kepa
Murua nos transmite una experiencia adulta sobre la existencia, muestra un
conocimiento profundo de la naturaleza humana, con una expresividad cargada de
imágenes que significan conceptos profundos entresacados de las experiencias
vitales, del trato con las personas, y de unos sentimientos comunicados por
medio de metáforas y otros recursos estilísticos igualmente bellos. Nos habla
del amor, no exento de espiritualidad, del recuerdo de las personas queridas,
de los amigos a los que ya no se ve tanto como en una juventud que resurge en
el recuerdo, y en las imágenes que nos transportan a una afectividad marcada
por la experiencia poética y la creatividad. Los sentimientos que el poeta
expresa son benignos con las personas, con la vida y consigo mismo. El dolor
aparece, la desconfianza incluso, pero amar a los demás para poder amarse a uno
mismo parece ser una conclusión definitiva sobre los secretos de la existencia,
a los que alude en numerosos versos.
El poemario, aunque es también intimista, describe a otros
personajes y a otras situaciones; el yo poético no está encerrado en sí mismo,
sino abierto a la vida, con el amor formando parte de la cotidianeidad y con el
recuerdo de las personas queridas que se fueron, como también de las enseñanzas
que recibió en su niñez. Y, en el trasfondo de estos versos, aparece la silueta
de una mujer, de un personaje misterioso, la que da título al poemario, una
mujer sensible y hogareña, que inspira sentimientos afectuosos en el yo poético
y amistad en los lectores que contemplan la relación que les une, y que puede
trasladarse a todos los poetas y escritores auténticos, porque tal vez su
nombre propio sea Vocación, o Talento, o Musa.
Sin embargo, en algunos momentos parece que al yo poético
le duelen las prendas del desengaño y de la desilusión, de las decepciones y de
las confianzas defraudadas. Da la impresión de que la existencia ha conllevado
también momentos de intenso dolor, que permanecen en la retentiva aunque se
hayan superado, tal vez no totalmente. Por este motivo, se pregunta hacia qué
lado hay que equilibrar la balanza, y en esa lucha, pese a todo, parece ser el
amor quien vence. Y no solo el amor, como sentimiento romántico o amistoso,
sino como una mirada dulce hacia otras personas, hacia otras vivencias y hacia
otras ideas, unas más tradicionales, otras más vanguardistas, que se sintetizan
en un poemario culto y moderno, armonioso y elegante, y a la vez clásico.
Por otro lado, el debate de si la poesía sirve para
desentrañar los enigmas vitales o simplemente refleja lo aprendido está
presente, como asimismo el temor a no haber entendido todavía del todo algunos
pasajes de la biografía personal, tal es el nivel de estupefacción con que se
reciben las vicisitudes sobrevenidas. Para acabar aceptando que la vida es
esto, precisamente esto. Todo ello muy profundo.
Alberto Ibarrola Oyón
Filólogo, editor y escritor

